martes, 4 de octubre de 2011

Basado en hechos reales.

Un día, Alex salió de casa con el pijama, dispuesto a tirar la basura.
           
            Cuando se acercaba al contenedor, vio algo que le impactó: una familia estaba alrededor del contenedor, alimentándose de la comida que los otros habían tirado.
Tiempo atrás, Alex había empezado a tirar su comida a la basura, a espaldas de sus padres. No lo hacía porque no le gustara lo que había para cenar o porque no tuviera hambre, sino porque no se quería. Y, por lo tanto, tampoco quería su cuerpo. Lo maltrataba, haciéndole pasar hambre, con tal de sentirse más delgado porque así era como, según él, la gente lo iba a aceptar. Se equivocaba.
           
            Tampoco tuvo bastante amor por su familia y seguía llevándose la cena todos los días a su habitación, para comer solo, delante de su ordenador, a través del cual tenía relaciones con gente que, al no ver su físico, le aceptaba. Así, durante meses estuvo saliendo por la ventana y tirando la comida al contenedor. Luego volvía a entrar, e iba a la cocina, donde sus padres todavía comían. Ellos, al ver el plato vacío, pensaban que Alex se lo comía todo. Pero, después de un tiempo, se dieron cuenta de la delgadez de su hijo. Una noche, cuando Alex salía como siempre a desechar sus alimentos, su madre lo esperaba junto al contenedor, con los brazos cruzados sobre el pecho y aspecto severo.

Alex sonrió, intentando evadirse de la bronca que sabía que tendría que soportar a continuación. Pero una sonrisa no bastó. Y, a pesar de saber que su madre tenía razón, siguió encontrando formas de mantener su estómago vacío.

Pero, esa noche, cuando se acercaba al contenedor, como todas las noches, vio a aquellas personas, que se desvivían por alimentarse, y se conformaban con cualquier cosa que llevarse a la boca, y se sintió mal por haber tirado tanta comida durante tanto tiempo.
Se decidió a dar el primer paso. Volvió a entrar en casa, esta vez por la puerta principal. Se sentó a la mesa con sus padres y, para su sorpresa, empezó a comer todo lo que había en el plato.
Estaba disfrutando de su comida, por primera vez en mucho tiempo.

A la mañana siguiente, su madre y él fueron al psicólogo. Las primeras palabras que dijo Alex fueron: “No estoy gordo".

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