Hoy te traigo margaritas. Y me quiere no me quiere, te
quiero no te quiero. Pasaba por aquí... Y recordé tus ojos. Oh, cuanto te amo
desde entonces, cuando retiraste las pesadas cortinas de la ventana de tu alta
torre. Sea como sea, no dejaste caer tu larga cabellera para que escalara hasta
ti. Preferiste las letras, la música y las nubes, y esto hizo que me
convirtiera en musgo sobre tus piedras. Desde entonces paso por aquí, y recojo
margaritas. Nunca te las había traído, hasta ahora. Ya sabes, un ataque de
locura, falta de cordura, hoy no me das miedo. He cogido mi alta escalera y
subido hasta ti, y te he encontrado muerta, o más bien de rodillas, que son
sinónimos. Mi princesa ya no es princesa, ya no vive en la magia. La realidad
le ha golpeado demasiado fuerte. Y es que al verme has caído a mis pies, y el
ensueño ha desaparecido. ¿Te quiero, no te quiero? Ya no puedo hacerlo, las
margaritas se han marchitado demasiado pronto. Vuelvo por donde vine. Recojo
las margaritas, la escalera y desaparece el musgo. Puede que vuelvas a ponerte
en pie; nos veremos entonces, quizás ya en el cielo.
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