jueves, 5 de julio de 2012


¿Es normal que el fin de ninguna película me satisfaga del todo? Cada vez estoy más convencida de que se debe a una patología que he inventado, la "finalofobia". Lo juro, tengo miedo a los finales. ¿No os ocurre? Cuando estoy comiendo un croissant caliente y esponjoso, desearía que durara para siempre. Cualquiera que tenga una relación satisfactoria, sea del tipo que sea, lo puede confirmar: desea que nunca acabe. O, simplemente, la vida. ¿Cuantos de nosotros quisiéramos que fuera eterna? Todos tememos a la muerte, es un hecho. Y la muerte es otro final. Pues bien, lo mismo  ocurre con los finales de las películas. Los directores de cine también son humanos, ¿no es cierto? Pues como humanos que son, padecen de "finalofobia". Es así de simple. Su enfermedad les impide concebir un buen final. O los escritores. Oh, cuántas y cuántas entrevistas a escritores hay en las que los mismos declaran que su final no es concluyente "porque quieren que el lector imagine su propio final". Mienten. Está bien, también es útil para los lectores, pero lo es al mismo nivel para ellos. Necesitan que sus personajes sean eternos, aunque solo sea en su mente. Por eso crean sagas interminables de libros, a los que tampoco otorgan finales cerrados. Es algo innegable, que no escapa a mi escasa visión del mundo. Y yo, como todos los miembros de la especie humana, tengo miedo de los finales.

2 comentarios:

  1. Lo importante es cómo se llega a ese final.

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    1. Sí, está claro que en este caso el fin no justifica los medios, pero lo que quería expresar con esta entrada es que todos queremos quedarnos con los medios, sin llegar al fin.
      ¡Espero haberme expresado claramente! Me resulta difícil trasmitir lo que pienso exactamente como lo pienso.
      Gracias por el comentario. :)

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